La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, en un trabajo de 2011 señaló que los fabricantes no podían alegar que las bebidas energéticas proporcionarán energía o mejoraran el rendimiento intelectual. Se deberían llamar bebidas excitantes.
Además de las altas dosis de cafeína y azúcar o sustitutos como la sucralosa o el acesulfamo, muchas llevan mezclas de sustancias como el Ginko biloba, carnitina, ácido málico, taurina, glucoronolactona, niacina, vitamina B6, vitamina B12, citrato de sodio, benzoato potásico, ácido pantoténico, ácido fosfórico, inositol, extracto de café verde, etc.
El problema (aparte de la presencia de cafeína a altas dosis), reside en que no se puede conocer la seguridad a largo plazo de estos cócteles de sustancias ingeridas con tanta frecuencia.
No tienen un perfil que favorezcan la salud corporal, por el contrario su consumo se ha asociado a problemas como los siguientes:
- Trastornos del ritmo cardiáco (taquicardia, arritmias, palpitaciones...) con resultado de muerte en algunos casos.
- Alteraciones nerviosas: ansiedad, insomnio, irritabilidad, psicósis, agresividad, tendencia a conductas de riesgo, baja autoestima, mala calidad del sueño, etc., que puede dar lugar en un bajo rendimiento escolar y académico.
- Efectos sobre el sistema endocrino: incremento del riesgo de diabetes, sobrepeso y obesidad, por las altas dosis de azúcar que muchas de ellas contienen (lo que implica también un aumento de caries)
- Otros síntomas frecuentes: dolor de pecho, convulsiones, vómitos, hipertensión, empeoramiento de un asma preexistente...
- Interacciones con medicamentos que se están tomando por cualquier patología aguda o crónica.
Si se asocia con alcohol, el peligro de desarrollar síntomas y enfermedades como las citadas crece de manera notoria, ya que el alcohol enmascara la sensación de fatiga, lo que induce a la persona que mezclan estos dos tipos de bebidas a seguir realizando conductas de riesgo, al tiempo que disminuye la capacidad de reacción por falta de coordinación motora. Además, es posible llegar a un estado de embriaguez o intoxicación etílica con mayor rapidez.
La administración debería regular el acceso que debería tener la infancia a este tipo de productos, además de instar a etiquetar con un logotipo grande y claro que avise de que su ingesta está desaconsejada en menores de 18 años, en embarazadas, en madres lactantes y en personas sensibles a la cafeína. Algunos al utilizar la palabra "niño" dan a entender que solo incluye a los menores de 10-12 años y que es aceptable su consumo en adolescentes. También se debe considerar la facilidad de acceso en los comercios donde los pequeños adquieren estas bebidas estimulantes sin ningún tipo de control. Algunas marcas regalan objetos que pueden irse coleccionando, la publicidad incluso en canales de consumo infantil-juvenil.
Por tanto, la responsabilidad hay que repartirla entre la industria alimentaria, la permisibilidad de la administración, la falta de control sobre los que compran o consumen los hijos en algunas familias y los pocos escrúpulos de los vendedores que facilitan bebidas estimulantes a menores de 18 años.
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