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domingo, 1 de agosto de 2021

La Piel atópica

Es una enfermedad inflamatoria crónica, repetitiva, que genera mucho picor y que afecta fundamentalmente a los niños pequeños. 
En su origen existen factores genéticos o mediambientales que conllevan una degradación del escudo protector de la piel, que termina por quebrarse y producir grietas que sirven de entrada a agentes irritantes, alérgenos y bacterias. Simultáneamente pierde agua, se deshidrata y reseca. Además el sistema inmunitario se altera, lo activa en el proceso de inflamación y allana el camino a las reacciones alérgicas.

Hay que distinguir:
- Dermatitis atópica estandard, con presencia de anticuerpos alérgenos medioambientales (ácaros del polvo, polen, pelo animal, etc.) con lo que no solo afecta a la piel, sino que también se alteran las vías respiratorias provocando problemas como el asma, conjuntivitis, rinitis etc., y que puede presentarse en varios grados, de leve a muy severa.
- Eccema atópico, que presenta las mismas lesiones dérmicas y síntomas de picor, pero sin presencia alguna de anticuerpos, es decir, no hay alergias relacionadas ni ninguna afectación de las vías respiratorias.

Otra de las diferencias es que la dermatitis atópica está ligada a la predisposición genética y la posibilidad de sufrirla aumenta en función del historial familiar. El 60% de los casos se presenta en bebes de menos de un año y suele remitir en la pubertad, cuando la piel se torna más grasa y sólo un porcentaje pequeño de los niños que la padecen, siguen siendo atópicos al hacerse adultos. Por el contrario, el eccema atópico se puede desarrollar sin que existan antecedentes genéticos en la familia.

Alguno de los síntomas de un brote de atopía son: piel seca, escamosa y un escozor intenso que generalmente afecta a la parte interna de los codos, detrás de las rodillas, piernas, brazos y cara, aunque puede incluso llegar a cubrir la mayor parte del cuerpo. El picor es insufrible, tanto que rascarse intensamente se convierte en el único alivio inmediato. Es un acto impulsivo, adictivo, que no hace más que agravar ésta patología y aumentar el estrés y la ansiedad del paciente. Si para el paciente adulto es difícil de controlar el rascado, en los menores más. Se entra en un bucle, que los especialistas denominan ciclo de la piel atópica, al rascarse continuamente.

La barrera protectora de la piel se pierde, las bacterias patógenas (especialmente Staphylococcus aureus), se activan y promueven los procesos inflamatorios. Esta reacción lleva al paciente a volver a rascarse con lo que debilita aún más la función de barrera protectora de la piel y la consecuencia es que el sistema inmunitario comienza a funcionar mal, reaccionando contra todo aquello a lo que le es ajeno, por ello, es muy común que pacientes con dermatitis atópica desarrollen a la larga, otras enfermedades, especialmente alergias rinitis o asma.

La piel atópica es muy frágil, carece prácticamente de los factores hidratantes naturales encargados de formar el manto hidrolipídico, que es el escudo protector que defiende de las agresiones externas. De ahí que sean muchos los factores exógenos, además de la predisposición genética, que están detrás facilitando que el brote se active. Así, cualquier agente irritante puede provocar la erupción: disolventes químicos industriales, detergentes, humo del tabaco, pinturas blanqueadoras, lanas de animales, comidas ácidas y/o astringentes, productos de higiene con alcohol, jabones, perfumes, choques térmicos, cambios de temperatura, cambios de estación etc.

Los atópicos heredan la predisposición genética a padecer la enfermedad, pero dependiendo del ambiente en el que se crie el niño, desarrollará o no esta patología y tendrá mejor o peor evolución. La teoría de la higiene excesiva y su incidencia en la alteración del manto protector de la piel, ha entrado en el debate científico en los últimos años y parece tener relación con los desequilibrios en el microbioma cutáneo (fibra microbiana que recubre nuestra piel), que son los gérmenes que habitan en nuestra piel y que a la vez están condicionados por el mantenimiento adecuado de la estructura de la epidermis, El estilo de vida urbano y occidental, resulta agresivo para los atópicos.

Hay una teoría que defiende que una mayor diversidad en el microbioma, se relaciona con una menor tendencia de inflamación y una barrera más eficaz, o sea que protege de padecer dermatitis atópica. Por ejemplo, los niños que nacen por cesárea tienen un microbioma menos diverso, y por tanto, son más susceptibles a este fallo de la barrera que define o pone en marcha la dermatitis atópica, mientras que en los que recorren el canal vaginal, las bacterias de la vagina materna colonizan la piel y mucosas del bebé protegiéndolos. Muchos pacientes que comienzan en los primeros meses de vida con una dermatitis extensa, luego aparece alergia alimentaria y por último, asma y rinitis alérgica. Una barrera cutánea alterada, es decir, una piel permeable a determinados alérgenos, hace que nuestro sistema inmune se estimule y provoque inflamación en otros órganos como la mucosa digestiviva y respiratoria, explicando así la relación entre dermatitis atópica, asma o intolerancias alimentarias.

Cuando la piel sufre, además de tratarla, debemos enseñarla a vivir normalmente acorde a su biología natural. Se deben utilizar principios activos que se mimeticen con la epidermis y la dermis, bien por que tienen una estructura similar algunos de los componentes propios o bien por que el interior de de estas capas desarrollan una función ya existente. De esta manera, la piel reconoce como propio el producto que se le aplica y es a través de sus mecanismos naturales, como se consigue recuperar el equilibrio y la salud de la misma. Para cuidar esta afección de la piel, se deben utilizar pocos productos, de calidad, inocuidad contrastada en cultivos y test in vivo y eficacia comprobada científicamente.

Para calmar, se pude hacer:
- Limitar la temperatura del agua de la ducha o baño a 33º para no aumentar la vasodilatación (y no estar a remojo más de 10 minutos).
- Limpiar la piel sin frotar, con las manos y mejor con fórmulas oleosas que contribuyen a la regeneración cutánea. El aclarado debe ser impecable y el secado ultrasuave, con ligeros golpecitos con la toalla.
- Cortar las uñas regularmente y al ras para evitar lesiones al rascarse.
- Ventilar la casa con frecuencia para favorecer un entorno lo más sano posible. Poner el termostato por encima de 18º y por debajo de 24º. Ojo con los ácaros, el polvo y el tabaco.
- Vestir con prendas de algodón amplias (no lana ni sintéticas).
- Lavar la ropa con detergentes hipoalergénicos y sin suavizante).
- Evitar la exposición directa al sol entre las 11:00 y las 16:00 (solares), totalmente prohibidas en menores de 3 años. Para todos, un fotoprotector de 50 SPF especial para pieles atópicas.
- En el mar o la piscina bañarse con una capa impermeable de crema barrera que aísle la piel del cloro y otros agentes agresivos e irritantes.
- Realizar algún tipo de actividad que induzca el relax con el fin de paliar el estrés y la necesidad de rascado.

Enfermedades: La Piel atópica

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